jueves, 2 de mayo de 2013

Untado de Angustia

La respiración del aire rellenando las aberturas y heridas por la desproporción de un pasado polucibo y turbio, en el ronquido y el bramar que retumba en los tejados muge el dolor del sacrificado, dejando vibrante en el olvido un ancho camino de suelo pisoteado en indecisiones y en los sonidos su lamento. Un llanto insomne rige el invierno, la conjetura dentada de sarroso desvarió, el tiempo se dobla y desdobla, angulo sin razón, el crucificado ascendió a su templo y se llevó tras de si un ungüento de sangre, al apuñalado le cesó su respiro, al ahogado le lloró un ser quebrado en alucinaciones. No quedó más que cerrar temporalmente la experiencia trágica, para abrirla en otra distancia  a un devaneo de otro egoísmo premonitorio, al equilibrio de la extinción. Nuevos nacimientos pueblan  vivientes, así han de ser las muertes condescendientes con el bienestar de los gritos desesperados. Por ahora dejar descansar al pequeño fallecido en su ataúd, al retrato de la bienaventuranza que nunca alcanzó anhelar, arrojado al borde de un péndulo implacable, donde alguien cualquiera vino a eructar de risas las ilusiones que ensombrecen el sentir que el inocente pudo haber padecido.
10- abril-2006

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